divendres, 1 d’agost del 2008

les noves tecnologies ens faran tornar una colla d'anorreats i borregos. Deu ser això el que volen els governants ...

El uso masivo de los GPS atrofia el sentido de la orientación

Muchos conductores no son capaces de guiarse por las calles sin la ayuda del aparato

Parets del Vallès, calle Canigó, en una zona de nueva construcción. El destino está claro pero Patry, la anfitriona de la casa, da indicaciones para asegurarse de que sus amigas de Barcelona llegarán sin problemas a la cita: "Pasas el semáforo, giras a la izquierda hasta Correos, sigues recto hacia la rotonda y luego a la derecha. No tiene pérdida". Pero sí la tiene. Horas después, su amiga Ana Lara sigue dando vueltas desesperada. Imposible llegar: la calle Canigó no sale en el navegador GPS de su coche. Ni siquiera funcionan los esfuerzos por guiarle desde el otro lado del teléfono de Sara, la más habituada del grupo a lidiar con mapas. "Yo intentaba darle las explicaciones de por dónde ir (´llegas a Granollers, coges la autopista y luego en la salida de Montmeló...´) pero me cortó, diciendo que todo le sonaba a chino", recuerda días después.

No es un ejemplo aislado. La comodidad y las bondades de los navegadores GPS, sistema que ubica cualquier calle mediante una red de satélites, y su uso cada vez más extendido en el coche - en el 2008 se prevé que se vendan 37 millones de unidades en el mundo, un millón y medio en España - han provocado que el sentido de la orientación caiga en desuso. Ni mapas ni brújulas ni carteles, al fin del mundo si es con un GPS.

El problema llega cuando falla el aparato. "A mitad de trayecto se acabó la batería del navegador y me dejó sin saber ni siquiera dónde estaba, ¡no tenía ni idea! Acabé yendo hacia Vic, en dirección contraria", explica Ana Lara, que con 21 años ya ha sido protagonista de varios rallies improvisados cuando no funciona su guía automático. "Nunca he tenido mucho sentido de la orientación, y la verdad es que no lo dejo evolucionar mucho porque no me fijo. Si no llevo GPS siempre pienso que me perderé", señala.

En otros casos, son las prisas o el ahorro de combustible lo que invita a jubilar precipitadamente los mapas. Xavier Giménez, director de la agencia de diseño y marketing Croa, lleva seis años con su navegador GPS y, aunque está encantado - "prevé el tiempo que tardas en llegar, el camino más corto, si hay tráfico..., es fantástico", asegura -, admite que le entran sudores fríos cuando conduce sin él: "Si no lo tengo me desespero, me agobio tanto, que cada día tendría que salir una hora antes y me es imposible. Hace seis años llevaba varios mapas en el coche y ahora ya no llevo ninguno, me he acostumbrado y he perdido totalmente la práctica", apunta. Incluso en alguna ocasión ha tenido que improvisar soluciones de emergencia: "He llegado a ponerme el portátil conectado a internet en el asiento del copiloto para guiarme porque iba sin GPS y estaba totalmente desorientado".

Para Giménez, su adicción a las facilidades del GPS no es ni mucho menos minoritaria. "Supongo que a la gente le da vergüenza decir que se pierde si no lo utiliza, pero a la mayoría de los usuarios habituales de este sistema debe de pasarle lo mismo", asegura.

Un caso similar al de Juan Calderón, director de la empresa de productos inalámbricos Parrot Iberia y que no coge la moto o el coche sin su navegador GPS. Aunque admite que cuando se sube a un coche sin GPS tiene una sensación de "pánico total" y cree que mirar mapas o imprimirse la ruta antes de salir "empieza a sonar a prehistoria", advierte que tampoco hay que exagerar. "Lo que ocurre es algo parecido al uso extendido del móvil, antes todos sabíamos veinte números de memoria y ahora no", indica.

Pero el problema surge precisamente de una dependencia abusiva de tecnologías que pueden no estar a mano en el momento indicado y no son infalibles al cien por cien. Aunque las empresas trabajan para corregir los fallos en los mapas de los GPS e impulsan comunidades por internet para detectar errores y actualizar los datos, es inevitable que haya deslices. Según un estudio de Tele Atlas, empresa proveedora de cartografía digital, la red de calles y carreteras españolas cambia hasta un 20% cada año en algunas zonas. Y hay más ejemplos de pequeños desajustes: los sistemas de navegación en España reconocen más de 260 calles con nombres de la época franquista.

Pero si el uso masivo del GPS en el coche empieza a poner contra las cuerdas al sentido de la orientación, las nuevas tendencias indican que tal vez habrá que ir haciendo sitio en los museos para brújulas o mapas callejeros. La empresa Navteq, una de las principales proveedoras de mapas digitales, lanzó el pasado febrero el sistema Discover Cities para dispositivos móviles (teléfonos, PDA, navegadores portátiles...) que pretende trasladar el sistema GPS a la vida diaria. Además de calcular el estado del tráfico y recomendar cuándo es mejor utilizar el transporte público y señalar las estaciones más próximas, el programa indica los mejores trayectos a pie, dónde hay restaurantes o museos y hasta los horarios de las películas en los cines más cercanos.

LA VANGUARDIA