Pasqual Maragall: "Por qué votaré"
Creo que en el debate político que se está llevando a cabo en Catalunya nos equivocamos en los temas y en las formas.
Acaba cansando oír cómo Madrid y Barcelona se pelean por las infraestructuras sin iniciarlas y ver cómo convergentes y socialistas discuten sobre si la Alta Velocidad ha de pasar por la Sagrada Familia; si se tiene que hacer o no la estación diseñada por Frank Gehry en la Sagrera; o si se tiene que desdoblar el Eix Transversal y la carretera de la costa pasado Palafrugell; si la línea de muy alta tensión (MAT) se tiene que hacer o no; o si el Museo de Artes Decorativas se debe de instalar o no al lado de la Torre Agbar. Sé perfectamente que tomar decisiones es difícil, pero en los años 80 y 90 se tomaron. Se invirtieron 290.000 millones de las antiguas pesetas, y no hace demasiado tiempo se han terminado de pagar. A lo mejor sería conveniente endeudarnos un poco y así evitar la depresiva psicosis económica que vivimos.
La política, qué duda cabe, es importante, aunque hace falta un giro en su financiación, la estructura de los partidos y la elección de los candidatos.
Pero hablemos de las elecciones del 9 de marzo. En estas elecciones se deciden el Parlamento y el Gobierno español. Yo votaré al partido que pueda aprovechar mejor el Parlamento español para progresar en objetivos como la libertad de Catalunya para definir su estatus en España o el derecho a decidir qué queremos ser en Europa y en qué queremos que Europa tenga competencia, en concreto moneda, ejército y símbolos (himno y bandera).
Sería fantástico que los gobiernos y los ayuntamientos tuvieran claras algunas cosas:
-que sin una economía fuerte, empresas punteras y universidades de calidad no haremos nada;
-que las comunicaciones son decisivas: la alta velocidad en el Ebro, el aeropuerto de Lleida, Reus - Tarragona, Barcelona, Girona y en el Pirineo hacia Touluse, Lyon y Marsella;
-que Catalunya, un país de relieve accidentado, pronunciadas pendientes y rincones escondidos, tiene que tener, a pesar de todo, las infraestructuras a la altura de las de Castilla, Valencia o el Midi francés;
-que, dicho todo eso, que afecta a los debates más consumidores de prensa, radio y televisión, la educación y la salud son lo más importante;
-que el medio ambiente es una cuestión prioritaria, aunque no se puede convertir en una religión alternativa;
-que en política, la proximidad es mejor que la distancia -lo que se pueda hacer en el barrio no se debe hacer en la ciudad, y lo que se pueda hacer en la ciudad que no lo haga la nación.
Otro asunto es que, sin el reconocimiento de las áreas metropolitanas, el país pierde un equipo de primera categoría en la competición internacional. Como en la Copa de Europa de fútbol, en la Europa política y económica la competición se establece entre ciudades casi más que entre naciones.
En el año 1986 Margaret Thatcher suprimió el área metropolitana de Londres impulsada por Ken Livingstone, y Jordi Pujol aprovecho para suprimir la de Barcelona, que curiosamente habían creado Albert Serratosa y Xavier Subíes, gente mas bien afín a él. Todo valía para parar los pies a los rivales socialistas de Barcelona.
Cuando Blair ganó las elecciones, lo primero que hizo fue restaurar el "Gran Londres". Yo participé en su campaña electoral en esta línea, con Norman Foster, Richard Rogers y otros. Y el Greater London Council, como he dicho, se restituyó. En cambio, aquí no lo conseguimos y Catalunya se quedó sin force de frappe en la competencia con Madrid y otras naciones europeas.
Ya en la Generalitat, tampoco pudimos hacer gran cosa, en un mandato en el que ERC no quiso saber nada del tema ni ICV-EUiA y CiU tampoco.
¿Y el PSC? El PSC es un partido favorable a las diputaciones provinciales que el nacionalismo siempre había denostado. Hace poco lo comenté en otro artículo: la tradición política catalana no es provincialista pero ahora incluso los defensores de les vegueries d'Esquerra, si los hacen presidentes de una diputación, alucinan.
Creo que las diputaciones tienen competencias exorbitantes en beneficio de un sistema de partidos poco transparente, siendo generoso.
Dicho esto, y sabiendo de mi interés por la evolución de la política americana y mi debilidad por los partidos demócratas, tanto el americano como el italiano, comprenderán que confíe en la rápida emergencia de nuevas fórmulas para poder votarlas el 9 de Marzo.
Ciutadans pel Canvi no quieren integrarse del todo en el PSC, como parecía y prefieren limitarse a ser un centro de debate, cosa que está muy bien pero no llena el vacío político actual. Dommage...
Pero, frente al escepticismo dominante, sigo pensando que la política sirve para algo.
Quedan dos opciones.
La primera seria un partido europeo parecido al Partido Demócrata americano y al italiano. Eso es lo que comencé a proponer volviendo de Italia en el 1998. Entonces inscribí en el registro el Partit Català d'Europa. Hoy, dia 31, decidiré con mis amigos si se presenta.
La segunda alternativa seria votar un partido que se manifieste en positivo sobre todas estas reflexiones.
Pero sobretodo, y a pesar de todo, no dejen de ir a votar.
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