dilluns, 13 de març del 2006

Sempre atemorits per les dones

La cascada encantada


El temor a una sirena rubia que acosa a los hombres y a ser devorados por una enorme serpiente que custodia en la laguna un caldero de oro ha mantenido alejados de una gigantesca cascada durante medio siglo a los 80 vecinos de Cocachimba (Perú). Ha acabado con la leyenda un grupo de expedicionarios alemanes y peruanos, liderado por Stefan Ziemendorff. Los aventureros han descubierto para el mundo, en el Amazonas peruano, una catarata de 771 metros bautizada como Gocta y sólo superada en altura por el Salto del Ángel (Venezuela), con 972 metros, y Tugela Falls (Sudáfrica), con 948.

El miedo de los lugareños fue a más desde que se difundió la sobrecogedora historia de un agricultor, Juan Mendoza. Según la leyenda, el campesino quedó misteriosamente encantado, atrapado en una de las rocas que tiene la catarata como telón de fondo. «La gente aún tiene temor de acercarse hasta Gocta y los que lo hacen aseguran que la imagen de Juan Mendoza puede apreciarse cuando el tiempo y las nubes así lo permiten», ha dicho María Celinda Yalta en el diario limeño 'El Comercio'.

El nacimiento del salto de agua, en lo alto de una gran pared montañosa, se confunde con las nubes y en el fondo una neblina se extiende kilómetros. La vegetación es frondosa por las abundancia de precipitaciones que se registra en la región, distante unos 800 kilómetros de Lima. La catarata puede verse a un kilómetro de distancia; pero, para disfrutar del espectáculo, hay que caminar durante cinco horas por una peligrosa senda. Es lo que han hecho Ziemendorff y su equipo, y algo que cambiará dentro de poco.

Los lugareños han pasado del temor a la catarata y a los seres de leyenda a estar deseosos por recibir las oleadas de turistas que, a buen seguro, querrán contemplar de cerca esta maravilla de la naturaleza, en el nuevo atractivo del Amazonas peruano después de la fortaleza prehispánica de Kuélap. Así, el Ayuntamiento de Chachapoyas, lugar de paso obligado para llegar a Coca, Cocahuayco y Cocachimbo, los tres poblados que hay que cruzar para llegar al salto de agua, ha empezado a acondicionar la senda para el paso de todoterrenos.

Ya sin miedos a sirenas ni serpientes, y con la mirada puesta en un boyante futuro, los dirigentes locales aprovechan el interés por la 'chorrera', como llaman a la cascada, para promover el turismo de aventura. Y quieren crear una reserva natural en el área que rodea la imponente cascada para proteger la variedad de fauna y flora de la zona.