dilluns, 2 de maig del 2005

Quarta obra

"La abadía ardió durante tres días y tres noches, y de nada valieron los últimos esfuerzos. Ya en la mañana del séptimo día de nuestra estancia en aquel sitio, cuando los sobrevivientes se dieron cuenta de que no podrían salvar ningún edificio, cuando se derrumbaron las paredes externas de las construcciones más bellas y la iglesia, como recogiéndose en sí misma, se tragó su torre, en aquel momento flaqueó en todo el mundo la voluntad de combatir contra el castigo divino. Se fueron espaciando las carreras en busca de los pocos cubos de agua que quedaban, mientras seguía ardiendo con ritmo sostenido la sala capitular junto con las soberbias habitaciones del Abad. Cuando el fuego llegó hasta el fondo de los diferentes talleres, ya hacía mucho que los sirvientes habían pasado tratando de salvar la mayor cantidad posible de objetos de valor, y ahora batían la colina para recuperar al menos una parte de los animales, que en la confusión de la noche habían huido del recinto.
Vi que algunos sirvientes se aventuraban a entrar en lo que quedaba de la iglesia: supuse que intentaban penetrar en la cripta del tesoro para alzarse con algún objeto precioso antes de escapar. Ignoro si lo lograron, si la cripta no se había hundido, si los pillos no se hundieron en las entrañas de la tierra al tratar de llegar hasta ella."