FRANCESC-MARC ÁLVARO - 02/02/2005
La gran noticia de ayer es que muchos españoles pudieron escuchar por vez primera al lehendakari Ibarretxe explicando sus razones, pausadamente en el Congreso de los Diputados, sin la distorsión habitual del filtro de los medios de Madrid. El que quiso se sentó ante el televisor y pudo ver y oír a un señor que es presentado, a menudo, como el enemigo público número uno de España. Para intentar, quizás, saber algo cierto de una propuesta que es sistemáticamente reducida a caricatura por muchos altavoces de opinión. Por su alcance y tono fue un discurso histórico. Desde Catalunya, es menos novedad, pues existe -por suerte- una lectura directa, más serena, de los asuntos vascos, que no necesita del espejo madrileño para interpretar lo que ocurre.
A algunos catalanes esta independencia de criterio les crea un complejo de inferioridad ante Madrid y, entonces, para justificarse, desplazan el problema y se inventan el cuento de una presunta y enfermiza fascinación catalanista por el vasquismo. Pero la realidad es que el nacionalismo político catalán -empezando por Pujol- siempre ha marcado muy bien las distancias con Euskadi.
En este sentido, Duran, de CiU, estuvo ayer milimétrico al separar el fondo de la Propuesta de Estatuto Político de la Comunidad de Euskadi de la legalidad y legitimidad de su discusión. No entró en lo primero y defendió sin ambages lo segundo, reivindicando para su grupo la autoridad para hablar, como el que más, desde la Constitución y arrebatando la exclusiva que se arrogan, por activa o pasiva, socialistas y populares, a quienes criticó por igual. En la línea del mejor Roca, Duran cuadró el círculo de un nacionalismo moderado de formas pero firme de posiciones (mentó la Loapa), huyendo de la sombra de antiguos vasallajes bajo PP y PSOE. Por su parte, el republicano Puigcercós prefirió cargar las tintas contra Rajoy y olvidar las contradicciones con su socio Zapatero, para deslizarse sin florituras por los grandes principios y dejar clara una idea: "El conflicto hoy es el inmovilismo". Todo un aviso para aquellos que dicen, en privado, que "Joan sí tiene sentido de Estado". Tanto Duran como Puigcercós coincidieron en aprovechar el turno para preparar el terreno de cara a la recepción del nuevo Estatut: "No es que se quiera más -sintetizó el de CiU- es que se necesita más". Para muchos espectadores catalanes, el Zapatero de ayer sigue siendo una figura que parece estar a años luz del último Aznar y a varios kilómetros de un Rajoy displicente. El presidente, que mojó pan en la retirada de Iraq, dijo finalmente "no" e invocó la integridad territorial de España, pero también dejó alguna puerta abierta. Citó a Jefferson, aunque se olvidó de recordar que fue un peligroso independentista. De la independencia de Estados Unidos, claro. LA VANGUARDIA.
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