Victor-M Amela, Ima Sanchís, Lluís Amiguet
"Poner el cuerpo al límite me hace llegar a lo más hondo"
Tengo 23 años. Me he criado en el refugio del Cap del Rec, en la Cerdanya. Vivo en una caravana, de carrera en carrera. Me especialicé en alto rendimiento en Francia. Estoy muy decepcionado de los políticos, falta mucha honestidad. Soy agnóstico.
Extraordinario
Las editoriales suelen contratar a un escritor para recoger las vivencias de los deportistas, pero Kilian quiso escribirlas él. 'Córrer o morir' (Ara Llibres) es magnífico, sorprendente en su madurez y emocionante en su humildad. A los cinco años ya había ascendido al Aneto, a los diez atravesó, con su osito de peluche, el Pirineo. "Mi hermana y yo abríamos camino. Mis padres nos dejaban equivocarnos; así aprendimos, divirtiéndonos. Adoro la montaña, en invierno hago esquí de montaña (tres veces campeón del mundo) y en verano carreras (cuatro veces campeón del mundo de skyrunning, una de las pruebas físicas más duras del planeta)". Bicampeón mundial de Ultra Trail del Mont Blanc.Un reto cada vez mayor?
Sí, porque las carreras no las valoro por las victorias.
¿?
Dentro de 40 años no voy a acordarme de si llegué el primero o el segundo. Me acordaré de las emociones que he sentido y que son muy distintas según el reto. Imagine lo que se puede sentir dando la vuelta al lago Tahoe, en California, 280 km, 38 horas corriendo...
Mmmm, imposible.
Estás muy fatigado, pero todo se intensifica: los olores de la tierra, la luz. Llegas a tener alucinaciones y sentir emociones más fuertes en tu imaginación que en la realidad.
¿A qué se refiere?
En la Diagonal de los Locos, travesía de la isla de la Reunión, 24 horas de carrera, me puse a llorar a 20 kilómetros de la meta: iba tan cansado que para distraerme imaginé lo que sentiría al cruzar la línea. Ganar fue menos emocionante.
Es usted un explorador de sí mismo.
Sí, poner el cuerpo al límite me hace llegar a lo más hondo de mí mismo. En la montaña aprendes que eres muy pequeño, una piedrecilla que baja o una tormenta te pueden eliminar del mapa, y eso me hace relativizar mucho las cosas y entender lo que es importante: ¿Para qué me sirve el deporte? ¿Para ganar dinero?, ¿para ser conocido?...
Entre otras cosas, ¿no?
Lo único que queda son las vivencias y las cosas que has sentido. Saber que puedo correr 1.000 metros de desnivel en 30 minutos en un mundo en que los transportes te pueden llevar a una velocidad tremenda no sirve de mucho. Pero sí me sirve para conocerme, saber mis límites, mis recursos, mi capacidad de sacrificio, de asumir los errores.
Es usted más de una pieza que muchos cincuentones.
A veces me he equivocado de camino, pero he aprendido que no sirve de nada lamentarse: tendré que asumir el error y recuperar ese tiempo perdido en la carrera.
¿Se le pasa por la cabeza abandonar?
Sí, la noche antes de una carrera mientras vas hablando con un compañero de cosas banales, vas pensando en todas las posibles excusas, algunas de lo más locas, para no correr. Es una manera de quitarte presión.
¿También imagina la derrota?
Cuando sales a entrenar imaginas la victoria, pero a medida que se acerca la carrera imaginas cómo te vas a sentir tú y la gente que te ha apoyado si pierdes.
¿Se fija en la cara de los contrincantes?
Sí, veo en los ojos de los demás si están fuertes. Pero acabas conociendo más a los corredores por sus piernas y sus culos que por las caras, porque es lo que ves cuando corres.
¿Qué significa ganar?
Conseguir un sueño, pero llegar el primero no siempre es ganar: si tú ya sabes que vas a ganar, esa no será una victoria porque no te aporta nada. Se gana contra uno mismo.
...
A veces al cruzar la meta sientes rabia; otras, amor por todos los que han estado a tu alrededor; otras, orgullo o felicidad pura, y es entonces cuando te pones a llorar. Pero una vez has sentido una emoción así quieres volver a sentirla. Es como el amor: cada vez quieres más y más a menudo.
¿Cuál es la reacción más sorprendente que ha visto cruzando una meta?
Uno cruzó la meta y se quedó más de dos horas sentado en el suelo, absorto, ido.
¿En qué piensa durante esas carreras de 40 horas?
En lo mismo que pensaría si estuviera sentado, en lo que tienes que hacer la próxima semana o cualquier cosa que te distraiga. Conocemos perfectamente nuestro cuerpo, pero no sabemos nada de nuestro cerebro, y te puede jugar muy malas pasadas.
¿De qué tipo?
De repente sientes ganas de abandonar. A veces a mitad de carrera no puedes más y, sin embargo, al final te encuentras con mucha más fuerza; o escuchas en tu cabeza una y otra vez el mismo estribillo, como me ocurrió en la vuelta al lago Tahoe: ¡cinco horas con las mismas dos frases!
38 horas de carrera sin dormir, ¿qué pasa cuando llega la noche?
Sólo ves tus pies, lo que ilumina el frontal, y escuchas tu respiración. Entras en unas espirales de concentración que ponen tu mente en estados muy frágiles. Hay gente que ha alucinado con que los árboles le atacaban, yo alguna vez he oído voces, pero era consciente de que era mi mente.
¿Y no pasa miedo?
Sí, por cuestiones físicas, a veces corres junto a un precipicio y sabes que si resbalas te matas. Pero superarlo es una explosión de adrenalina. El deporte nos lleva a intentar controlarlo todo y las incógnitas nos dan miedo, pero sin miedo no hay emoción.
¿Cuántas veces se ha preguntado por qué corre?
Muchísimas, y me lo sigo preguntando. Probablemente corro para encontrar la respuesta. Crecí en un refugio de alta montaña, un pico en el que hacían noche los excursionistas, así que el patio de casa era la montaña.
Entiendo.
La montaña es algo que necesito para sentirme seguro y vivo. Levantarme por la mañana, ver kilómetros de bosque, que el viento me dé en la cara...
¿Qué es para usted lo fundamental?
La felicidad. Para ser feliz debo ver felices a las personas que me rodean. Y debo disfrutar de lo que hago.
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